El Gobierno y sus palmeros creen que España necesita una pasada por la izquierda, cuando por donde deberían pasarse los ministros es por la cola del paro, por la calle, por el metro y el autobús. Políticos y periodistas andamos enzarzados en cábalas sobre la economía sostenible o en como lidia Rajoy su reino de taifas. Pero en la calle se habla de otra cosa, del paro y de la búsqueda de empleo, del hijo o del marido que no encuentra trabajo, de los papeles de los emigrantes, de la basura de Gallardón y de cómo llegar a fin de mes. Las críticas a los ministros-ministras y a los sindicatos son mordaces por inútiles. A la oposición la ignoran y del PP no se escuchan mejores opiniones. La separación de las dos Españas, la que ficha en el trabajo y la que lo hace en el INEM, es cada vez mayor. Cien mil parados más en octubre y otros sesenta mil en noviembre -aparte de los escamoteados en cursos de formación y EREs- no son para mantener la sonrisa permanente de un Joker prestidigitador.
Zapatero se ha enrocado en una defensa numantina del discurso semántico sobre si España entró en recesión antes o después que el resto de las economías de la Unión Europea y lo demás no le inmuta. Qué importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones, decía Deng Xiaoping. Lo importante del PIB es que cree empleo y mientras no crezca por encima del 2 por 100 lo demás son zarandajas de economistas y bailes de salón. Con el PIB actual estamos condenados a seguir destruyendo empleo y eso no lo arregla un proyecto desleído de economía sostenible.
Todos los indicadores apuntan a que la crisis, tantas veces negada, ha encontrado en España un caldo de cultivo favorable para crecer y multiplicarse. Sólo hay que darse una vuelta por una gran superficie para comprobar cómo la demanda interna sigue lastrando la economía, la construcción -sin recambio verde- está en caída libre y ya van seis trimestres seguidos en recesión. El Gobierno sigue en su tesis de que no hay mal que cien años dure y anuncia un trimestre sí y otro también la ansiada recuperación. De las crisis se sale, igual que la ciudad de Orán se recuperó de la peste, pero como en la novela de Albert Camus, más por la solidaridad que no precisamente por la previsión de las autoridades.
Artículo publicado por Jesús Fernández Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 3 de diciembre de 2009
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