Oslo, además de capital de Noruega, tiene unas connotaciones muy atractivas para los políticos. Allí se iniciaron las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos y allí negoció el Gobierno de Rodríguez Zapatero el acuerdo con ETA denunciado por Mayor Oreja como un “acuerdo trampa”. A falta del mitin de Rodiezmo, en el que el PSOE trueca las corbatas de Hermés por el fraternal pañuelo rojo, este año Zapatero se nos va a Oslo para enseñar urbi et orbe las recetas del gobierno del PSOE que preside para crear empleo. La cita es el 13 de septiembre a pocos días de la huelga general convocada por los sindicatos UGT y CCOO por su pérfida política en contra de los trabajadores.
La convocatoria está organizada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y auspiciada por el Primer Ministro de Noruega, Jens Stoltenberg, para explorar nuevas maneras de forjar una recuperación sostenible de la crisis económica mundial con alto coeficiente de empleo. Haciendo bueno el dicho popular de que la ignorancia es atrevida, resulta paradójico que el mayor destructor de empleo de la Unión Europea y el que acaba de cargarse de un plumazo todas sus promesas electorales en materia social vaya a a disertar junto con los primeros ministros de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf; el de Grecia, George Papandreou, y la Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional (CSI), Sharan Burrow, entre otros líderes y expertos, sobre “Los Desafíos del Crecimiento, el Empleo y la Cohesión Social”
Según la OIT, el desempleo mundial alcanza ya a 210 millones de personas, con un incremento de 34 millones desde que comenzó la crisis en 2007, al que ha contribuido de forma notable la política económica firmada por Zapatero. Desde luego, los fontaneros de La Moncloa y el “Ministro del Paro”, Celestino Corbacho, tienen trabajo para hacer creíble un discurso que no despierte la hilaridad de los asistentes a esta cumbre laboral en Oslo.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 26 de agosto de 2010
El presidente de la CECA, Juan Ramón Quintás, ha acuñado una frase que define la política económica del presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, y de la vicepresidenta de Economía, Elena Salgado: «Con amigos así no necesitamos enemigos». Lo mismo debe pensar el flamante secretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, al ser desautorizado por su jefa por defender la reforma laboral. En el almuerzo al que asistió el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, y en el que dijo que España no tiene capacidad para endeudarse más y que hay que reformar el mercado de trabajo y abaratar el despido –en coincidencia con lo que mantiene el Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez–, la comidilla estaba en el papelón del ilustre profesor del IESE. Los empresarios que no hacen economía de salón no entienden cómo se puede envainar la espada de las convicciones con tanta facilidad. Pero la erótica del poder es así y torres más altas han sucumbido al encanto de Rodríguez Zapatero. Ahora lo que importa es desacreditar a MAFO y hacerse la foto del diálogo social en la escalera de la Moncloa. Zapatero, Salgado, Corbacho, Díaz Ferrán (de invitado de piedra), Toxo y Méndez quieren irse de vacaciones con un acuerdo de mínimos que garantice una pírrica paz social para los que no han perdido su empleo y el limbo para casi cinco millones de parados.

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