Vender un país no es tarea fácil y menos a los tiburones financieros de Wall Street. Un soplo de George Soros o John Paulson puede dar al traste con las reservas de muchas naciones. Tampoco los otros interlocutores se van de rositas; City Group, Morgan Stanley, Goldman Sachs o Prudential son tan culpables de la crisis financiera internacional, por acción u omisión, como lo pudo ser Lehman Brothers, pero con estos bueyes hay que arar: capitalismo en estado puro. Cuando España buscaba un lugar bajo el sol hubo que echar mano del fino olfato y los contactos de Antonio Garrigues o José Mario Armero para conseguir una “gacetilla” en el Financial Times. Después nuestro país ingresó en la OTAN, la Unión Europea y el euro y la economía española pasó a ser alguien en la estrategia mundial. Lo que pasa en España importa y mucho, ya que un billón de PIB no se ve todos los días.
Zapatero, como otros presidentes que le precedieron, ha ido a vender España en Nueva York, pero se ha encontrado con un sanedrín inquisidor más atento al riesgo que ya corren sus inversiones en nuestro país que interesados en nuevas aventuras. ¿Qué hay de lo mío…? Esa vieja frase tópica que no tiene fronteras es lo que preocupa a los inversores americanos, que hace tan sólo unos meses reclamaron de Obama un toque de atención a Zapatero. Ellos ya saben que Telefónica, Santander, BBVA, Iberdrola o Ferrovial van bien, lo que les preocupa es su dinero, porque una parte de los 600.000 millones de la deuda española está en sus manos.
Zapatero ha empeñado su palabra en que la economía no registrará un crecimiento negativo en los próximos trimestres y así lo publica el Wall Street Journal, la biblia de los negocios. ¿A quién creemos, a Zapatero, al Banco de España, al FMI, a la Unión Europea, a FUNCAS, a la ministra Salgado…? La confianza no se recupera con verdades a medias. Están bien los “road shoes”, aunque sean con pinganillo, pero mejor estaría elaborar un presupuesto creíble para crear empleo.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 23 de septiembre de 2010
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