Les sobra buena voluntad pero les falta acierto. Si existiera oposición se los habría llevado por delante. Rajoy prometió el Gobierno de los mejores y su equipo hace agua por varios costados. A tiempo está de rectificar si quiere ganar las urnas y la calle, pero empeñarse en estar en posesión de la verdad es tanto como negar que la tierra gira alrededor del sol.
En esta España del esperpento hemos tenido esta semana tres ejemplos antológicos. En primer lugar, la intervención a puerta cerrada del presidente del BCE, Mario Draghi, es un insulto a los españoles. Hubiera estado bien si las decisiones del BCE afectaran sólo al sueldo de los diputados, pero hurtar la realidad de la situación económica a los ciudadanos y, más aún, informar en secreto sobre las decisiones que afectan a nuestra vida, de los recortes y de los ajustes que nos imponen, es una acción despótica y antidemocrática.
En segundo lugar, la rectificación del Gobierno sobre la marcha en el caso de las daciones en pago es un reflejo de que tienen perdida la iniciativa legislativa y que no saben por dónde tirar. La propuesta que llevó Soraya al Consejo de ministros sobre los desahucios el año pasado era una solemne chapuza. Está bien que rectifiquen pero si son tan listos podían haberse dado cuenta antes.
Finalmente, está el asunto de las penalizaciones a los depósitos. Los ahorradores son la parte más inocente de la crisis. Ni han especulado ni se han hecho de oro. Son los cimientos del sistema y, además, los que compran Deuda del Estado. Penalizar los depósitos es negar la competencia y lanzarlos al despeñadero de financieras sin escrúpulos. Se prima al banco malo y se castiga al bueno que es capaz de captar dinero y hacerlo producir. (Imagen: Ilco – sxc)
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 17 de febrero de 2013
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