Es difícil extrapolar el comportamiento de las familias al del Estado, pero los datos del INE nos permiten una primera conclusión: mientras las familias ahorran el Estado gasta. Los economistas keynesianos justificarán esta actitud del Estado en que gracias al gasto público se incrementa el consumo y se recupera la economía, pero mientras esta teoría ha funcionado en otras naciones en España la ecuación le ha salido rana al gobierno socialista.
Las familias y las empresas no son optimistas compulsivas como Zapatero, sino que como están en la economía real se aprietan el cinturón cuando pintan bastos. El Gobierno, por el contrario, sigue en el nirvana de la sonrisa y el aquí no pasa nada, echando la culpa de los males patrios a contubernios extranjeros. Ni siquiera los presupuestos se han elaborado con criterios de certeza y austeridad y centran nuestra hipotética salida de la crisis en la recuperación de los vecinos de la Unión Europea.
Casi todos los indicadores se han vuelto a poner pesimistas lo que demuestra una total falta de confianza en que los actuales gestores nos saquen del pozo. El principal punto débil de nuestra economía es el consumo y las medidas fiscales que acompañan a los presupuestos van en la dirección contraria al sentido común. Hacienda no planifica, sólo recauda, y se ha convertido en un cajero del que el dinero sale a más velocidad de la que entra.
Artículo publicado por Jesús Fernández Briceño en el diario La Razón (Madrid), el 7 de octubre de 2009
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