Esperanza Aguirre es una gran mujer y una gran política que a nadie deja indiferente. Ha sido una eficaz concejal, una buena ministra de Educación y una hábil presidente del Senado. Es más conocida por su gestión al frente de la Comunidad de Madrid, en donde supo granjearse el voto de los madrileños, a pesar de una feroz oposición por parte de la izquierda. Tiene la virtud de tener principios y ser coherente con ellos. Aspiró a presidir el PP e incluso le echó un pulso a Rajoy en el Congreso de Valencia, pero como explica Aznar en su libro de memorias, en política no sólo son importantes las ideas, sino el tempo. Esperanza Aguirre tiene la habilidad de parecer una mujer normal sin serlo, ya que es multimillonaria, vive en un palacio y se codea con la jet en los clubs de lujo de la capital, aunque sabe hablar de tú a tú a la gente, se arremanga la falda para pisar charcos y no le hace ascos a una caña y un bocadillo en la barra de un bar.
Dijo que dejaba la primera línea de fuego al ceder el mando de Madrid a Ignacio González, pero a Aguirre le persigue la política. Como presidenta del PP en Madrid tiene en su mano decantar la balanza de la candidatura del Ayuntamiento hacia Ana Botella, Lucía Figar o Cristina Cifuentes. Ahora vuelve a ser noticia por su fichaje por la empresa de cazatalentos Seeliger y Conde, y como no tiene pelos en la lengua dice que deben ser muy buenos ya que le han cazado a ella a sus 61 años. Harta de críticas propone terminar con los políticos profesionales y que éstos acrediten como trabajadores o empresarios que saben hacer algo más que cobrar del erario. Como idea no está mal, aunque yo añadiría que pasen también por el paro y el metro, así sabrán de qué hablan cuando votan.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 20 de enero de 2013
Imagen: PPmadrid
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