La imagen del presidente del Gobierno, sus vicepresidentas, el ministro de Trabajo y la secretaria general de Empleo justificando los datos del paro de enero y la EPA del cuarto trimestre de 2009 han resultado patéticas. Los circunloquios para no reconocer la gravedad de las cifras y aceptar la realidad escalofriante de que uno de cada tres españoles en edad de trabajar que no es funcionario o pensionista está en paro son un insulto a la razón. La guinda de aumentar la edad de jubilación sin una reforma del mercado laboral y sin un consenso previo del Pacto de Toledo es la constatación de que el barco va a la deriva y el capitán sufre un ataque de pánico.
¿Y a todo esto qué hace el PP? Ignoro si los asesores de Rajoy siguen en la idea de la muerte dulce, la gota fina o el sálvese quien pueda, pero España se merece una clase política que coja al toro por los cuernos aunque se lleve algún revolcón en el empeño. La pérdida de credibilidad de la economía española ya no tiene remedio. De ser los campeones del crecimiento y un paraíso para los pensionistas de los países más desarrollados hemos pasado a ser carne de escarnio en los medios de comunicación y en las cancillerías europeas.
Pero si la economía se basa en una cuestión de confianza y ese camino está perdido queda al menos la hora de la política. En política son tan importantes los tiempos como los escrutinios. El PP debería plantarse la oportunidad de presentar una moción de censura que aunque la pierda en el Parlamento la gane en la calle. Felipe González apostó contra Suárez y aunque la aritmética del Parlamento fue favorable a UCD la opinión pública se convención de que había alternativa y que el candidato tenía más soluciones que el Presidente. El problema es que la moción de censura, a diferencia de la cuestión de confianza, es más un examen para Rajoy que para Zapatero. Y ahí hay que mojarse. Hernández Mancha lo intentó contra Felipe González y fracasó. Si Rajoy no arriesga dudo que merezca nuestra confianza.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el día 4 de febrero de 2010
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