El debate monográfico sobre la grave crisis económica que sufre España celebrado esta semana ha sido una ocasión perdida tanto por el Gobierno como por la oposición para proponer medidas eficaces que contribuyan a paliar la recesión. La comparecencia por iniciativa del presidente del Gobierno no ha aportado un ápice de luz a la crisis, si acaso ha agravado aún más la sensación de que el barco se hunde y que nadie, empezando por el capitán, sabe qué hacer para evitarlo. El ciudadano lo sufre pero pasa olímpicamente de lo que ocurre en el Parlamento. El desinterés de los votantes por escuchar a los líderes del PSOE y del PP raya en el ridículo, lo que pone de manifiesto que nadie se cree las recetas, entre otras cosas por que el Presidente del Gobierno volvió a repetir lo que ya había dicho y el líder de la oposición no levantó ninguna esperanza de cambio. Tan sólo los votos cautivos de pensionistas, parados y subvencionados sintieron algún alivio al basar el Presidente Zapatero su discurso y sus ofertas en estos colectivos.
Este año los nacionalistas le harán sudar los presupuestos a Zapatero, pero al final vascos y catalanes no se opondrán, aunque bien podrían votar en blanco, sobre todo el PNV a costa de la sentencia de Tribunal Constitucional sobre la consulta-referendum independentista que pretendía Ibarretxe. Pero en cuestiones económicas no andan las relaciones tan tensas. La prueba está, por ejemplo, en la reciente sentencia del Tribunal de Luxemburgo sobre las denominadas vacaciones fiscales vascas, en donde el alto tribunal ha fallado a favor del Gobierno Ibarretxe utilizando los argumentos del abogado del Estado del Gobierno español, o las obras en curso del AVE vasco, estancadas por problemas financieros y presiones de los violentos. que el PNV puede acelerar si arranca un compromiso del PSOE, con quien gobierna en numerosas instituciones vascas. Los nacionalistas darán otra vuelta de tuerca a los presupuestos y el PSOE ganará otro año esperando que escampe.


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