La vida internacional ha sido el balón de oxígeno de nuestros presidentes de Gobierno para huir de los problemas nacionales en la recta final de sus mandatos. España no da para muchas alegrías y los anunciados brotes verdes ni están ni se les espera. Las cifras del paro reflejan la culminación del fracaso de una política económica estéril y suicida.
Las dos Españas de Machado conviven en un alegre frenesí; una, la que tiene trabajo o son funcionarios, atasca las carreteras en colas interminables; la otra, la del paro y la desesperación de fin de mes, se hunde en la depresión sin entender si les defiende CEOE, UGT o CCOO. Flaco favor le están haciendo los sindicatos a los parados al negarse como el príncipe de Lampedusa a que nada cambie para mantener sus privilegios.
Suárez fue obnubilado por el estrecho de Ormuz, Calvo Sotelo por la CEE, Felipe González, tras el Sí a la OTAN -de entrada, no-, por Latinoamérica, y Aznar por Bush. Ahora le toca el turno a Zapatero quien tras recibir su bautismo internacional del nuevo pontífice laico Barak Obama llenará su agenda de citas en los foros internacionales, un escenario cómodo y sin pitidos del público. Adiós economía, adiós, primero como presidente de la Unión Europea, y después como pope de la Alianza de civilizaciones, el cambio climático y las energías renovables. Amarrarse al timón de España puede esperar.
Artículo publicado por Jesús Fernández Briceño en el dario La Razón (Madrid), el 15 de octubre de 2009
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