Desde hace décadas los economistas discuten si los índices tradicionales de Producto Interior Bruto (PIB) o Renta Nacional en sus diferentes variantes representan la situación real de un país. A veces los índices económicos esconden tremendas desigualdades y algunos de los países que más crecen pueden ser tremendamente injustos en el reparto de la riqueza. Pero, en otras ocasiones, políticos inteligentes y sistemas fiscales adecuados han conseguido extender el bienestar a la mayoría de su población.
La Unión Europea, a pesar de todos sus defectos, es un ejemplo de redistribución de la riqueza basado, precisamente, en incrementar los flujos comerciales entre todos de tal forma que los nuevos socios se convierten en demandantes de productos y servicios al tiempo que ¡si son competitivos! incrementan sus exportaciones y mejoran su nivel de vida gracias a los fondos de desarrollo o de cohesión.
La riqueza de las naciones no sólo se mide en términos de incrementos del PIB sino, sobre todo, comparando estos datos con los de los países de su entorno. Y en este punto es donde la política de Zapatero hace agua por los cuatro costados. No sólo se ha producido una regresión brutal de nuestra economía de la que tardaremos décadas en salir, sino que ha tirado por la borda ocho años de convergencia al retrotraer el PIB per cápita de España en la UE a niveles de 2004. Pero es que, además, hay que tener en cuenta que la media de este índice ya bajó considerablemente con las últimas ampliaciones de países del Este como Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria o Rumanía. Si aplicáramos esta ratio sólo a los países de la zona euro, España se hundiría muy por debajo de la media.
La economía social utiliza otro indicador que tiene en cuenta no sólo los bienes y servicios producidos, sino la satisfacción de las personas. Es el denominado Bienestar Económico Neto (BEN). Me temo que, a luz del cabreo nacional que reflejan las encuestas del CIS, tampoco este indicador absuelve al presidente del Gobierno de un cero zapatero en economía.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 23 de junio de 2011
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