Los militares no se comen a los niños crudos. Ésa parece ser la conclusión de los primeros días de trabajo de los controladores bajo la supervisión del Ejército. El Gobierno, que hace agua por los cuatro costados, ha descubierto el ordeno y mando sin rechistar. El truco es tan viejo como el mundo. Las democracias parlamentarias con derechos reconocidos para sus trabajadores son una excepción y las dictaduras son de lo más común. Algunas, como China, sorprenden cada año con la multiplicación de sus ratios económicos.
El felino agazapado en la selva –tal como describe WikiLeaks a ZP– ha probado la sangre de sus víctimas y necesita alimentarse de ella hasta el final de la legislatura. Ha convertido un problema estrictamente laboral, por la incompetencia de su ministro de Fomento, en una lanzadera política de réditos imprevisibles.
Los controladores, militarizados, están mejor calladitos, porque siempre es demagógico cargar contra los ricos. Las siguientes víctimas ya tienen fecha de ejecución: el 27 de enero, reforma de las pensiones, sí o sí, diga lo que diga el PP, que saca 18 puntos al PSOE, o el Pacto de Toledo. Los mercados aplauden los recortes del gasto aunque sean tan injustos como privar de medios de subsistencia a los parados de larga duración. Es más fácil dominar a los parados manu militari que hacer entrar en razón a los sindicatos. ¿No sería más humano y práctico repartir los 30.000 millones que figuran en los presupuestos entre más parados por más tiempo, o permitir contratos de trabajo más flexibles, que condenarlos a la exclusión social?
Por mucho que lloren nadie en su sano juicio apoya a un colectivo ruin que antepone sus intereses personales o los de toda una nación, pero, para que las medidas ejemplarizantes sean creíbles, el Gobierno debe asumir su culpa y entregar la cabeza de José Blanco, responsable político de un caos previsible al que, cada fin de semana, se la va la fuerza por la boca.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 9 de Diciembre de 2010
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/ordeno-y-mando
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