No hay nada peor para combatir el déficit que la inminencia de un año electoral. Cuando parecía que Zapatero había recuperado cierta cordura en materia económica, los últimos datos del CIS han espoleado a los jinetes del gasto. Ahora nos cuentan la milonga de que al haberse producido una cierta relajación en los mercados financieros queda un pequeño margen en el Presupuesto para recuperar infraestructuras paralizadas. La respuesta de los mercados, poco dados a los fuegos de artificio, no se ha hecho esperar e, inmediatamente, han subido el diferencial de la deuda española. El segundo trimestre se ha despachado con una ligerísima recuperación del 0,2 por 100, pero si las caídas que se esperan al final de año están en línea con las previsiones del -0,6 por 100, eso significa que el tercer y cuarto trimestre van a ser de pena. Y eso no se lo puede permitir un presidente que se enfrenta a las elecciones municipales y autonómicas de 2011 en clave de primarias.
La subida del IVA y el recorte del gasto público, unido a las bajadas de sueldos y la congelación de las pensiones son malos compañeros de viaje para este presidente. Lejos de asumir su responsabilidad ante la crisis y el estancamiento al que ha llevado a la economía, Zapatero sigue predicando la Arcadia feliz en la que “los banco abrirán sus líneas de financiación y se facilitará una recuperación del empleo con ayuda de nuevas iniciativas en políticas activas en lo relativo a los servicios públicos”. Nada más lejos de la realidad, como lo ponía de manifiesto en último barómetro empresarial dado a conocer esta semana, así como el relativo al crédito que certifica un repunte de la financiación al sector privado en Europa pero no así en España. La clave de la nueva deriva de Zapatero hay que buscarla en el precio que le van a poner los partidos nacionalistas para apoyar los PGE. La estabilidad presupuestaria vuelve a estar en peligro pero Zapatero, viejo zorro, cree, como Enrique IV, que París bien vale una misa.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 12 de agosto de 2010
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