El nerviosismo prende con facilidad en el sector financiero. Nadie se fía del vecino, los bancos no se prestan entre sí y acuden al Banco Central Europeo en busca de liquidez. El BCE ofrece barra libre al 1 por 100, prácticamente a tasas de interés negativas descontando la inflación. Con una mora por encima del 5 por 100 la banca duda de los clientes y acude a las emisiones de deuda que emiten los Estados, entre ellos España. Como tampoco se fían mucho de su propio país, tensan las subastas hasta que obtienen tasas de interés de 200 puntos básicos más que el bono alemán, lo que en román paladino significa comprar bonos a diez años por encima del cuatro por ciento. Un negocio redondo y sin riesgo ya que, de momento, España no va a quebrar por muchas meteduras de pata de Zapatero en los dos años que le quedan en el machito. Gracias a Dios, ya están Obama, Sarkozy y Merkel al quite.
Pero el negocio no acaba aquí, con los bonos, letras o pagarés en la cartera acuden una vez más al BCE portando estos títulos como garantía y vuelven a comprar deuda con un diferencial de escándalo a costa del erario público, es decir de nuestro bolsillo. El siguiente paso es poner a funcionar la red comercial y vender parte de esa deuda entre clientes solventes a los que endosan el papel a cambio de una suculenta comisión. La operativa no puede ser más sencilla ni más lucrativa. Y por comprar barato y vender caro sin riesgo se siguen pagando bonus estratosféricos a sus ejecutivos.
Los mercados están inquietos porque España tiene que colocar este mes de julio 24.663 millones de euros. Justo el día 15, día del Debate del Estado de la Nación, toca la emisión de bonos a diez años. Hay bancos que ya están tensando la cuerda de la solvencia de España para elevar la tasa de interés de las subastas del Tesoro. El Gobierno tiene que acabar con una espiral perversa que enriquece a la banca y empobrece al país, pero dada la escasa credibilidad de nuestro ejecutivo, ¿quién le pone el cascabel al gato?
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario La Gaceta (Madrid), el 1 de julio de 2010
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