De torpe aliño indumentario, casi machadiano, Paul Krugman (Albany, 1953) parece a primera vista un profesor de instituto, pero como oráculo de Oabma su influencia trasciende fronteras y se ha convertido en una marca internacional. No hay conferencia, debate político o artículo periodístico que se precie que no incluya una frase o una cita de este premio Nobel de Economía (2008), buen conocedor del precio de la fama, que contribuye con mensajes directos y provocadores a acrecentar su caché. Su blog es uno de los más influyentes del mundo, al tiempo que cobra, como una estrella del rock, 100.000 euros por conferencia.
Economista formado en la Universidad de Yale (1974), obtuvo el equivalente a nuestro doctorado en la prestigiosa Massachusetts Institute of Tecnology (MIT), de allí volvió a su antigua universidad, ampliando su experiencia como docente en la London School of Economics (cuna de 14 premios Nobel), Stanford y, finalmente, Princeton, en donde imparte clases en la actualidad. Consciente de que lo importante no es acumular conocimientos sino buscar el lado práctico de la economía aplicada a los problemas cotidianos, destacó pronto por la capacidad didáctica de sus explicaciones y por sus artículos divulgativos. Su fama de joven profesor y su prolífica actividad literaria le llevaron a formar parte del Consejo de asesores económicos de Ronald Reagan, a pesar de que sus inclinaciones keynesianas le convertían en la oveja negra de ese sanedrín. Ambicioso y con fino olfato para la política esperó su oportunidad en el mandato demócrata de Bill Clinton en 1992, pero el presidente americano otorgó su confianza a Laura Tyson.
Aplicando su teoría de que en cada crisis hay una oportunidad, Paul Krugman, autor ya de varios libros sobre los fundamentos de la economía y comercio internacional, descubrió que el poder y la fama no estaban en las aulas, sino en los medios de comunicación, e inició una fructífera colaboración con publicaciones como Fortune, Slate, The Harvard Bussines Review, Foreign Policy, The Economist, Harper’s y Washington Monthley, para acabar con una columna en el New York Times que es la que le ha encumbrado como el gran gurú de la economía internacional. Como todo famoso que se precie también tiene un cadáver en el armario y es su trabajo como asesor en Enron, que quebró dando con los huesos de su presidente, Jeffrey Skilling, en la cárcel por fraude contable,
Desde su columna en el rotativo neoyorkino, Krugman se convirtió en el mayor crítico de la política económica y de expansión militar de George Busch. En 2003 y a través de su libro “El gran engaño” pronosticaba que el cóctel generado por la disminución de impuestos, el aumento del gasto público y la guerra de Irak, que acarreaba un creciente déficit fiscal, desembocaría en una grave crisis económica. Acertó en lo principal, aunque no alertó de las subprime, y ello le valió colgarse la medalla de precursor de la crisis.
Su alta reputación se fundamenta en los trabajos académicos sobre finanzas y comercio internacional, creando en este campo los conceptos de “nueva teoría del comercio” y de “nueva geografía económica”. En reconocimiento a sus primeras investigaciones, la American Economic Association le concedió en 1991 la medalla Jhon Bates Clark, un premio bianual que se otorga al economista menor de cuarenta años que haya realizado una contribución significativa al conocimiento económico. Tras centrar sus investigaciones en las crisis económicas y cambiarias, sobre todo de las economías americana y japonesa, vendrían otros galardones, como el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2004 o el Nobel en 2008. Su “Economía Internacional” es el libro de referencia en las universidades americanas y el titulado: “Después de Bush: el fin de los neocons y la hora de los demócratas”, uno de los más populares.
Krugman sigue la estala keynesiana basada en la expansión del gasto a través de incentivos públicos como motor de la economía, aunque con algunas aportaciones como la vigencia del capital y el trabajo de forma intensiva. Otra de sus aportaciones se basa en la relación entre geografía y economía y la importancia de las ciudades en el desarrollo económico. En su análisis sobre las crisis económicas (“El Retorno de la economía, de la depresión y la crisis actual”) analiza el efecto de la globalización y sus repercusiones en cadena con consecuencias insospechadas en lugares remotos.
Los asesores de Zapatero se lo presentaron como un personaje digno de conocer y con el que podría establecer cierta empatía, ya que compartían algunas ideas sobre los estímulos económicos para salir de la depresión y, además, era el protegido de Obama. La reunión se montó en Sevilla con la excusa de unas jornadas organizadas por el ministerio de Ciencia e Innovación y, previo pago de su caché, tuvo una entrevista con Zapatero y ambos protagonizaron una foto ceremoniosa. Pero la broma nos ha salido cara ya que poco después y bajo el título “The pain in Spain” (El dolor en España), nos metió un rejón de muerte a costa de la rebaja del rating de S&P en aquellas fechas y expuso su teoría de que España debería estar fuera del euro y calificaba la situación de nuestro país de “colapso económico”. No ha sido ésta la única ocasión que Krugman nos ha tenido en consideración, ya que con motivo de la crisis de la deuda helena se despachó con otro artículo, aún más duro que el anterior, en el que mantenía que el corazón de la crisis no era Grecia, sino España.
Pero su bestia negra es Ángela Merkel por su obsesión por controlar el déficit, realizar ajustes fiscales y recortar gastos. “Reducir el gasto y los estímulos económicos alarga -según Krugman- la recesión ya que disminuye la recaudación fiscal y la economía es más débil. Carga contra Alemania y critíca directamente al candidato de Merkel, Axel Weber, para sustituir a Trichet al frente del BCE, ya que -dice- el peligro de que ocurra un efecto dominó desde Grecia pasando por España y Portugal, hasta Italia es mucho mayor cuando al frente del BCE hay un presidente tan conservador. Krugman se ha convertido en la voz de Obama, aunque ante la soledad de su mensaje ha tenido que ser apoyado por el secretario del Tesoro, Tim Geithner, y por el principal asesor económico del presidente, Larry Summers. Así es este enfant terrible de la economía, genio y figura como diríamos en España, pero la realidad es que deberán pasar varias décadas para comprobar si Krugman es un genio o un farsante.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en la revista EPOCA, el 4 de julio de 2010
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