Cuando dentro de unos años Cataluña y el País Vasco declaren de forma unilateral, al estilo Kosovo, su independencia nos preguntaremos en qué nos hemos equivocado. La lista tiene nombres y apellidos empezando por Adolfo Suárez y la tarta de quesos de Clavero, seguido por Aznar y sus pactos negociados entre Jordi Pujol y Rodrigo Rato, seguidos de un impresentable Zapatero con la reforma del Estatut y el trágala del Constitucional. Sólo se salva Felipe González, que tendrá otros defectos, pero que se mantuvo fiel a las raíces españolas del socialismo catalán.
Ahora son los hijos de aquellos emigrantes extremeños, andaluces o manchegos furibundos nacionalistas, incluso más radicales que las huestes de CiU, sin que el PSC sepa cómo devolverlos al redil. Montilla con su tripartito ha sido el presidente más nefasto que ha tenido Cataluña, tanto para España como para los propios socialistas, ya que ha dejado el PSC como un erial sin que Carme Chacón, aspirante frustrada a suceder a Zapatero y laminada por Rubalcaba, sepa cómo enderezarlo.
Y en estas llega Rajoy con dos frentes abiertos que no termina de cerrar y que están desangrando España. De un lado un rescate mil veces negado y mil veces necesario, que pasa por cumplir estrictos criterios de control del gasto para que el BCE acabe comprando deuda española y enfríe la prima de riesgo que está haciendo ricos a los especuladores que nos critican. De otro, una batalla interna con las CCAA que se creen independientes para gastar pero solidarias para cobrar, empezando por Cataluña. Imagino la cara de aquellos que tienen que autorizar la ayuda a España tras desayunar con los titulares de la Diada de Cataluña o con las encuestas que dan el triunfo a los independentistas en el País Vasco. Por cierto, ¿alguien sabe cómo ha reaccionado la embajada española en Washington tras un reciente viaje de Artur más a EEUU, ante lo más granado de las finanzas americanas, en la que dijo sin pelos en la lengua que Cataluña no era España?
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 16 de septiembre de 2012
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