Se amontonan los asuntos candentes en la mesa de Rajoy, todos urgentes y ninguno aplazable. A la decisión sobre el rescate se le ha unido el vendaval separatista de Cataluña, el ruido de sables en la Comunidad de Madrid tras la renuncia de Esperanza Aguirre y la carta del Rey. El otoño caliente, que se preveía sólo en el ámbito sindical y de orden público, ha pasado a un segundo plano. Ahora lo que realmente importa es la llamada de atención del monarca que ha dejado sin habla no sólo al mundo político sino también al económico. ¿Están las cosas tan mal para que haya intervenido al Rey?
Se hacen cábalas sobre las empresas que tienen su sede social en Cataluña, empezando por la Caixa, y de dónde caerían en el caso de que la balanza se incline del lado de los separatistas. En la información que transmiten las embajadas establecidas en Madrid a sus gobiernos comienzan a circular papeles clasificados sobre una hipotética Cataluña o un País Vasco independiente. A estas fuentes no les preocupa mucho el lío político y social que puede organizarse en España, sino su repercusión económica. Concretamente, y en esta primera fase, la permanencia en el euro y quién se haría cargo de las deudas. Luego vendrá el asunto de los intercambios comerciales y el de las sedes sociales de numerosas multinacionales radicadas en Barcelona y el de constructoras y bancos-cajas que juegan a ser españolas o catalanas según convenga.
La carta del Rey ha sido un aldabonazo tanto en el sede del PP como en la del PSOE, que les ha hecho replantear su actitud laxa y permisiva con un Artur Mas que pide dinero con una mano y te atraca con la otra. Quizá todo sea un órdago para conseguir el pacto fiscal, pero se han disparado las alarmas. Los frentes se multiplican de cara al consejo de ministros de fin de mes en el que se presentarán los presupuestos y las reformas que nos exige Europa, pero sin pasar por alto el golpe del Rey.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid) el 23 de septiembre de 2012
0 Comentarios.