En el argot profesional existen las pequeñas mentiras, las grandes mentiras y las mentiras contables, que son las más gordas. Y entre éstas las cuentas de la banca y las cajas de ahorro de los últimos años se llevan la palma. Cuántas veces hemos escuchado al anterior presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y a sus ministros de Economía que el sistema financiero español era el mejor del mundo, cantinela que también ha repetido el Gobernador del Banco de España y otros políticos para acabar reconociendo que tiene más agujeros que un queso de gruyer. La gran mentira ha permitido dar beneficios a entidades finalmente intervenidas como la Caja del Mediterráneo, la de Castilla-La Mancha o ahora Bankia, en una huida hacia adelante en la que han sido cómplices tanto sus ejecutivos como los supervisores.
Nos han engañado como a chinos vendiendo torres de oro con los pies de barro en los que al final algunos recogen lo que sembraron. El agujero de Bankia, como el de otras entidades financieras, no se ha gestado en dos tardes, sino que es el fruto de muchos años de alimentar la burbuja con créditos imposibles que se concedieron con gobiernos del PP y del PSOE, con la excusa de que la revalorización continua del ladrillo engordaba los patrimonios de empresas y familias.
Ahora el deporte nacional consiste en hacer cábalas sobre si Mr. “Ex”, que es como se conoce a Rodrigo Rato en la “city”, se ha sacrificado o ha sido sacrificado en la pira de Bankia. La respuesta es mucho más prosaica: estaba en el lugar equivocado en el momento menos oportuno, ya que la marea se hubiera llevado a cualquiera en su lugar. Rajoy necesitaba un chivo expiatorio para hacer creíble el manguerazo de dinero público sobre la banca al tiempo que recorta en sanidad y educación. Más carnaza para la demagogia del PSOE, por mucho que Rubalcaba o el propio Rato hubieran hecho lo mismo venido el caso. España es pródiga en cortar cabezas en la creencia de que muerto el perro se acabó la rabia
Articulo publicado Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 20 de mayo de 2012
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