Una de las mayores críticas que se hacen a la democracia parlamentaria es que una vez ganadas las urnas los políticos se olvidan de los ciudadanos. El PP ha ganado las elecciones porque la mayoría de los españoles estaba harto de las mentiras de Zapatero y de su incompetencia, pero no ha sido un cheque en blanco. El Gobierno se ha metido en el quirófano para amputar los presupuestos pero ahora hay que contárselo a la familia. Los técnicos sacan la calculadora, la escuadra y el cartabón y dicen que hay que cortar por aquí y por allá y diseñan nuevos mapas sociales, pero los destinatarios no son entes abstractos, sino personas con nombres y apellidos.
El Gobierno de Rajoy puede ganar la batalla de la estabilidad presupuestaria y de los objetivos de déficit pero puede perder la credibilidad si no es capaz de explicar la necesidad de los recortes y ahí la política gubernamental está haciendo agua. ¿Por qué debo bajarme el sueldo, recortar mi pensión, pagar los medicamentos, ambulancias, prótesis o estudios…? ¿Por qué cada medida de ajuste provoca más paro…? ¿Por qué estamos perdiendo nuestros ahorros en la Bolsa, y no hablamos de especuladores, sino de jubilados y profesionales normales y corrientes…? ¿Por qué esos empresarios tan importantes con los que se reúne el Rey sólo saben recortar y despedir…? ¿Por qué cada vez pagamos más impuestos y vivimos peor…?
Los votantes del PP que han dado una holgada mayoría a Rajoy, muchos de los cuales empiezan a sufrir en sus propias carnes la política de sangre, sudor y lágrimas que está imponiendo el Gobierno, necesitan saber el porqué de estos sacrificios. No basta con los portavoces habituales que han convertido Génova y algunos ministerios en una jaula de grillos, sino que el Presidente debe asumir la responsabilidad de explicar las medidas, bajar a la calle y escuchar el chaparrón de las familias que tienen al enfermo en la UVI. Si estamos mal, pero vamos a estar peor, alguien tiene que explicarlo aunque le partan la cara.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 6 de mayo de 2012
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