Si Zapatero hubiera entregado el control de las cuentas de la banca española a dos auditoras extranjeras como Roland Berger y Oliver Wyman hubiéramos puesto el grito en el cielo. Lo ha hecho Rajoy y miramos para otro lado, a pesar de ser el reconocimiento de que hemos rendido nuestra soberanía a dos entidades privadas, bastante opacas por cierto. Invito a los lectores a que visiten su página web y que saquen sus propias conclusiones, en inglés, naturalmente. Eso justo cuando la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría lleva ya dos consejos de ministros vendiéndonos la Ley de Transparencia. A la primera pregunta de cuánto cuesta esta auditoría de urgencia, la callada por respuesta. Mal empezamos si se trata de convencer y de insuflar confianza a los sufridos contribuyentes, no sólo a los mercados.
De empresas auditoras con pomposos nombres anglosajones que avalaron las subprime están los cementerios de la crisis llenos. Las huestes de Roland Berger y de Oliver Wyman no tienen ni personal, ni medios, ni tiempo para hacer una evaluación creíble del pufo inmobiliario en la banca española, aunque pondrán el sello a lo que diga De Guindos, que necesita un marchamo de credibilidad tras las últimas pifias contables que nos han convertido en un país bananero. ¡Hasta Esperanza Aguirre, presidenta marchosa de Madrid, nos ha dejado con el culo al aire a cuenta del déficit del año pasado en esta comunidad!
Me cuentan mis espías infiltrados en Moncloa que Mariano Rajoy tiene un cabreo como la copa de un pino con su equipo de Gobierno, ya que está harto de las permanentes rectificaciones que le sacan los colores ante la Merkel y ha visto como un bálsamo el triunfo de Hollande en Francia. Se siente engañado por los banqueros, reguladores y presidentes de CCAA, incluso de su propio partido. Solo reza para que De Guindos haya acertado esta vez con la elección de los Berger y Wyman boys como notarios mayores del Reino.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 27 de mayo de 2012
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