En los primeros años de la transición se hizo popular la ocurrencia del profesor y ministro Manuel Clavero Arévalo de calificar al naciente estado de las autonomías como la tarta de quesos o el café para todos. De esa inocente broma ha surgido un dios Cronos que devora a sus hijos casi a la misma velocidad que los crea. Conviene recordar que salvo las denominadas comunidades históricas como el País Vasco o Cataluña, en el resto de España el sentimiento de identidad política, más allá del flolklore, la cultura o la gastronomía, era prácticamente nula. Tanto es así que se inventaron banderas, himnos, fronteras y se buceó en los entresijos de la patria chica buscando ancestros diferenciadores.
De una tímida asignación de transferencias se pasó a una orgía de estatutos en los que los nuevos entes entraron como elefante en cacherría en las competencias del Estado. Durante el mandato de Zapatero se jugó con fuego en una carrera desbocada a ver quien tenía más competencias que su vecino. El propio Consejo de Política Fiscal y Financiera, que tiene que coordinar las políticas públicas entre el Estado y las CCAA, se convertió en una comparsa en la que éstas imponían su criterio al Estado en un chantaje permanente, a caballo entre el despilfarro y el boato.
Ahora todos se rasgan las vestiduras como si nadie tuviera la culpa del déficit de nuestra administración, cuando la realidad es que todos han mirado para otro lado, ya que los votos en el Parlamento para mantener las estabilidad de los gobiernos de turno exigían esas componendas. Urge ahora una enmienda a la totalidad al actual mapa autonómico y redefinir con sentido común las competencias y los servicios que pueden ofrecer las distintas adminsitraciones, ya que el mejor Estado del bienestar es aquel que podamos mantener.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid) el 10 de marzo de 2011
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/podar-autonomias-20120309
0 Comentarios.