Tras un mes de titubeos mientras se levantaban las alfombras el Gobierno de Rajoy se ha puesto las pilas y todos los ministerios trabajan insuflando proyectos legislativos y reformas de calado. En Economía, tras el proyecto de estabilidad presupuestaria, que es una enmienda a la totalidad al despilfarro socialista, se anuncian la reforma del sistema financiero y la reforma laboral. Ambas son dos piezas fundamentales en las que fracasaron los gobiernos de Zapatero por dos razones: las medidas sobre el sistema financiero las decidían los banqueros y las medidas laborales las han impuesto los sindicatos.
La banca ha perdido su función social y se ha convertido en una máquina para hacer inmensamente ricos a sus directivos con la excusa de que sus retribuciones son aprobadas por los accionistas, lo cual es una mentira como un piano: ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Y por lo que respecta a las relaciones laborales UGT y CCOO han impuesto el criterio del príncipe de Lampedusa, aparentar que apoyan los cambios con el único objetivo de seguir manteniendo sus privilegios. En estos días en los que se están publicando los resultados de la banca cabe recordar una vez más la espiral perversa del dinero que sólo sirve para incrementar los beneficios de las entidades financieras sin que el crédito fluya para empresas o particulares.
Se toma el dinero del BCE al 1 por 100 y se coloca en deuda al 4 por 100. El Tesoro tan contento porque garantiza el éxito de la emisión y la banca más, con ese diferencial de tres puntos sin despeinarse. Ya que no lo ha hecho el Banco de España le toca a Luis de Guindos, que ha sido cocinero antes que fraile, embridar a los banqueros. A Fátima Báñez, ministra de Empleo, le recordaría que más allá de los cinco millones de parados hay varios millones más de españoles que desde hace varios años no saben lo que es una nómina y que la ley de la selva ya está imperando en las relaciones laborales. Coja el toro por los cuernos y déjese de paños calientes.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 2 de febrero de 2012
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