En campaña electoral no se puede decir la verdad, es mejor ser ambiguos. Este es el perverso denominador común en el que están atrapados todos los partidos. Por ejemplo, si no hubiera dinero para pagar el paro y una formación política así lo reconociera, corre el riesgo de perder las elecciones. Si se propone revisar la caja de las pensiones cada dos años, lo cual es un signo de prudencia, también se pueden perder millones de votos. Si se alerta de que no se puede derrochar el dinero de la sanidad, también se pone en peligro el éxito electoral. Y no digamos si se pide coherencia a la hora de emplear el presupuesto destinado a educación.
En periodo electoral hay que alegrar los oídos de los votantes alejándolos de preocupaciones y ofreciendo el maná de papá Estado. Todo el mundo reconoce que las cosas están mal, pero demandan que los ajustes caigan sobre la espalda de otros. Nadie asume que de dónde no hay no se puede sacar. Queremos mantener el Estado del bienestar de los años de bonanza en años de escasez. Si gana Rajoy se encontrará un país anegado de deudas, en recesión y con paro creciente. Sin embargo, le exigimos que no falte alegría en la casa del pobre. Pretendemos que todo siga igual, gastando con largueza, y que nadie nos amargue la fiesta. Rajoy no puede reconocer que si no hay dinero habrá que ser austeros, porque eso, en vez de sentido común, es desvelar el “programa oculto”.
Por no tener no tenemos ni presupuesto, que habrá que hilvanar deprisa y corriendo. Los ajustes vendrán y muchos hipócritas se rasgarán las vestiduras al grito de ¡ya os la habíamos avisado! Tendremos ya no otoño, sino invierno caliente. La realidad es tozuda: el Estado tiene menos ingresos y más deudas. Si además la Seguridad Social tiene menos cotizantes, ya me dirán Vds. cómo salimos de ésta. Rajoy fue muy hábil para no caer en la trampa de Rubalcaba, pero en economía no hay milagros, o sube los impuestos o recorta gastos, y reconocerlo no debería privarle de un solo voto.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid) el 14 de noviembre de 2011
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