Pulula alrededor de Rajoy una casta de asesores negacionistas de la crisis tan peligrosa o más que los hijos políticos de Zapatero. Su tesis es bien sencilla y se basa en tomar como indicador económico la afluencia de clientes a los restaurantes caros que frecuentan, los atascos de fin de semana o las colas para espectáculos. No les falta razón ya que para un porcentaje importante de la población la crisis sólo son titulares de prensa y ganas de incordiar. Para muchos españoles, especialmente los más próximos a Rajoy, que unen a su condición de políticos ser funcionarios de élite de la Administración del Estado, la situación económica no ha mermado un ápice su tren de vida. Algunos hacen ajustes de gastos suntuosos de cara a la galería -que son de agradecer-, pero mentirían si dijeran que la crisis les está afectando al bolsillo.
Ninguno de los que nos tienen que sacar de esta situación la está sufriendo en sus propias carnes. Es más, los ejemplos que nos llegan de Europa con los gobiernos de tecnócratas en Grecia, Italia e Irlanda formados en bancos como Goldman Sachs, Lehman Brothers o Unión de Bancos Suizos pone un poco los pelos de punta. ¿Puede un banquero, un Registrador de la propiedad, un Abogado del Estado o un Notario ponerse en la piel de un parado?
Es frecuente en ambientes económicos negar las cifras del paro con el argumento de que si fuera verdad que hay cinco millones de parados las calles estarían incendiadas. Puede que tengan razón y que haya un 20 por 100 de economía sumergida que absorbe al menos un tercio de la tasa de paro de España, la más alta de la UE, pero en ¡qué condiciones! Se habla hasta en la sopa del nuevo equipo económico de Rajoy, se hacen quinielas, y todos quieren hacerle la agenda al líder del PP: Merkel, las agencias de rating, el FMI, los bancos o los sindicatos. Mantener la equidistancia entre los agoreros derrotistas y los optimistas por decreto será la primera prueba de fuego para el nuevo presidente del Gobierno.
Artículo publicado por Jesús F. Briceño en el diario LA GACETA (Madrid), el 29 de noviembre de 2011
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